Considerando que la sexualidad es una dimensión más del ser humano, la educación sexual apunta a integrarla a la vida sanamente, sin prejuicios, tabúes y mitos, que la distorsionen.
Para esto se hace necesario una visión de la sexualidad que supere el mero hablar de anatomía y fisiología a edades, por lo general, ya tardías. Es así, que la educación sexual se debe implementar desde el inicio de la vida.
Educar sexualmente implica tener en cuenta aspectos tales como: re productividad, género, erotismos y la vinculación afectiva. Es así, que se apuntaría a generar un desarrollo armónico de la persona (físico, psicológico y social), fomentando la responsabilidad de sus actos, hacia los demás y hacia si mismo.
En consecuencia, se lograría construir una actitud reflexiva y critica que habilitaría a la aceptación de la propia sexualidad y la de los demás. Fundándose en el respeto a la diversidad de vivencias.
En este sentido, la re valorización del cuerpo, es elemental, conociendo y reconociendo cada parte, para así asumirlas como fuente de placer, comunicación y si se desea, de reproducción. Enmarcado en el respeto y tolerancia a los diferentes sistemas de valores sexuales que conviven, entendiendo por esto, lo que para una persona, colectividad o la humanidad entera, es importante o esencial en su vida.
Por otra parte favorecería la construcción de una postura propia frente a la sexualidad de acuerdo a una ética personal y social.
En definitiva desestabilizaría y eliminaría miedos y creencias falsas, para poder vivir una sexualidad plena, conquistando la salud sexual, en tendiendo por ella la experiencia permanente de consecución de bienestar físico, psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad. Para esto se hace necesario reconocer que todos y cada uno de nosotros contamos con derechos sexuales y reproductivos, los cuales deben ser respetados y reconocidos.
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