El amor es un sentimiento universal inherente al alma de todos los hombres, sin importar su condición, raza, sexo o pensamiento. Siempre ha sido un tema que ha inquietado a pensadores, poetas, artistas, músicos, escritores que se han reflexionado de distintas maneras acerca de él. ¿Cuál es su origen? ¿Por qué tiene esa fuerza que nos mueve? ¿Qué o quién puede hacer surgir del que menos sospechamos, esa llama incandescente que llamamos amor?
Hay diferentes clases de amor: se puede amar a una persona en toda la extensión de la palabra. Se puede amar a un ser querido cercano: hijo, padre madre, hermanos, abuelos, etc. Se puede amar a un animal tanto como a un hijo. Algunos seguidores de distinta religión manifiestan amar a su dios. Lo extraordinario del amor es que no puede ser tasado por alguna cosa, pues no existe semejanza para igualarlo. Tampoco es fácil poder demostrarlo. Las riquezas, la fama, el poder, no equiparan la sensación de tener el alma plena de este sentimiento.
Existen distintos tipos de interpretaciones del amor: egoísta (desmedido amor por uno mismo), altruista (sentimiento espiritual que nos mueve a realizar actos en busca del bienestar ajeno), etc. Es regido en el ser humano por sus procesos sicológicos y cognitivos, cambiando ligeramente sus expresiones por el filtro de la cultura o sociedad en que se vive. Aparentemente, no es exclusivo de la especie humana. Algunas especies como primates u otras de sistema nervioso complejo, según estudios científicos, han llegado a demostrar entre sus congéneres comportamientos bastante similares a lo que antropológica mente definimos como amor.
El amor y la filosofía
En el pensamiento, muchos filósofos se han acercado a definirlo como objeto de estudio. El filosofo griego Platón en su diálogo conocido como El Banquete (que de hecho lleva como subtítulo: o del Amor), intenta definirlo de acuerdo a su concepto idealista. Allí varios personajes, entre los que destaca Sócrates, en medio de una cena informal mediante un dialogo mayéutico pretenden esclarecer la naturaleza del amor. Diálogo fundamental para comprender la concepción idealista del amor, pues de acuerdo a la concepción platónica, el mundo de las apariencias es un reflejo vano de la idea, que es la esencia verdadera de las cosas. Aquí Sócrates se pregunta, por ejemplo, sobre los distintos atributos del amor: ¿es bueno, es bello; es sabio, y si no lo es, es malo que será ignorante, pierde así su ser? La ambivalencia constante es una de las principales características del amor, por ello, por ser ―por estar representado para los griegos de esa forma― un dios caprichoso y voluble, es por lo que se adapta perfectamente a la naturaleza humana. El amor, pues, es un puente de comunicación con ese mundo abstracto idealizado, puro y donde no cabe la imperfección. De esta idea pueden derivarse distintas maneras de amor y sus modos o formas. El amor de Eros o erótico, por su parte, manifiesta su obsesión por la posesión del objeto amado; el acto carnal como expresión de afecto corporal hacia el objeto de deseo. También para Platón y sobre todo para los griegos, el amor estaba íntimamente ligado al concepto de lo bello. Hay distintos niveles en este aspecto: primero está el amor por lo físico (lo evidente); en seguida se empieza a conocer al otro y se pasa al espiritual (un nivel más elevado); en el punto más elevado del concepto de amor está el nivel absoluto, que podría ser asociado con el intelectual: muy por encima de todo concepto y completamente personal, subjetiva. De todas maneras para Platón, la belleza absoluta es inconcebible para el hombre, pues es necesario que se aparte del mundo de las apariencias para contemplarlo en su naturaleza perfecta, mística y espiritual.
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